sábado, 19 de mayo de 2007

Seamos realistas, pidamos lo imposible
Por Diego S. Bein

George Orwell dijo alguna vez: “El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen veraces y el homicidio respetable”. Y al decirlo, seguramente pensaba en Inglaterra, pero al mismo tiempo describía con curiosa precisión la historia de las promesas políticas argentinas. Esas promesas que década tras década suenan más extravagantes, pero que al momento de ser pronunciadas se escuchaban como ciertas.

Porque los políticos argentinos parecieron vivir siempre bajo el lema del Mayo Francés: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, o, al menos, bajo algo parecido: “Seamos realistas, hay que ganar votos, prometamos lo imposible”.

La historia criolla en cuanto a prometer faraónicas obras es
realmente vasta y tal vez venga bien recordarla a días de las elecciones, cuando todo aparenta brillar como oro y ostentar color de rosas.
Perón, allá por 1951, sintiéndose libre de culpas, arrojó la primera piedra al camino y anunció la construcción del monumento más grande del mundo: “El Descamisado de la Patria”. Sería, decían por aquél entonces, una estatua gigante de 137 metros de alto, con una base más grande que el Luna Park, refugio de un sarcófago de 400 kilos de plata para albergar el cuerpo de Eva Perón. Sin embargo, la Revolución Libertadora de 1955 terminó definitivamente con el descamisado.

Varios años después, en 1986, el por entonces presidente Raúl Alfonsín anunciaba otro mega proyecto: el traslado de la Capital Federal al eje interurbano compuesto por Viedma, Carmen de Patagones y Guardia Mitre. La aprobación de la idea por parte del Congreso no fue impulso suficiente para contrarrestar la caída del Plan Austral, y con este, las intenciones del primer mandatario de llevar el centro político del país a la Patagonia.

Algún tiempo después, Alfonsín le dejó su lugar a Menem, y “el Carlo” tomó la posta de las historias de cartón. La aeroísla, la limpieza del Riachuelo en mil días, la Ciudad Judicial, el traslado del Ministerio de Obras Públicas y el puente Colonia-Buenos Aires fueron sólo algunas de las ideas del prolífico mandato menemista.

Sin dudas, y pese a la magnificencia de la mayoría de los proyectos mencionados, la iniciativa más exagerada la dio el mismísimo turco en 1996 frente a un grupo de estupefactos alumnos de Tartagal –tan estupefactos como el resto de sus compatriotas-: “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera y, desde ahí, elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y, por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida".

Hoy, crisis del 2001 y que se vayan todos de por medio, Buenos Aires está invadida otra vez por el colorido de las elecciones. Y entre tanto candidato repetido se escuchan titulares que suenan a remake de historias pasadas: “Daniel Filmus y Carlos Heller recorrieron ayer el barrio de Parque Patricios y prometieron construir 80 mil casas en 4 años”. “Macri promete que saneará el Riachuelo y afirma que se puede hacer en cuatro años”. “Telerman asegura que erradicará los asentamientos de emergencia”.

Y sin la intención de pecar de incrédulo uno se pregunta:
¿estarán siendo realistas o estarán, otra vez, prometiendo lo imposible?

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